miércoles, 11 de julio de 2018

Brechas entre hombres y mujeres - Gaps between men and women




Estudio mide por primera vez las brechas entre hombres y mujeres a lo largo de su vida



    Investigación de la UC (Universidad Católica de Chile) concluye que principal brecha de género se produce cuando las mujeres superan los 80 años.

    Nacer hombre o mujer en Chile, no da lo mismo. La balanza siempre se inclina a favor de los hombres, que tienen un mejor desempeño en educación, mejores sueldos y jubilación.  Esta brecha en contra de las mujeres es creciente a lo largo de su vida, es decir, al final de su ciclo vital se agudiza.

    Así lo revela un estudio del Centro de Encuestas y Estudios Longitudinales de la U. Católica (Ceel UC), el primero que reúne todas las brechas de género en un sólo índice.

    Usualmente estas diferencias asoman en el mercado laboral, con mujeres con menores ingresos y baja participación, dice David Bravo, economista y director del Ceel y autor principal del estudio. Son sólo dos ejemplos, pues las estadísticas reportan brechas entre hombres y mujeres en un conjunto muy variado de indicadores. Por ejemplo, el reciente informe de la Comisión Asesora sobre el Sistema de Pensiones enfatizó que las diferencias entre las pensiones de hombres y mujeres son mayores que las del mercado del trabajo.

    Indagar cuándo se originan esas diferencias no es fácil. Implica comparar distintas brechas medidas en distintos indicadores. “¿Cómo comparar una brecha en puntajes de la PSU con una brecha de género en el mercado laboral en ingresos? No sólo están medidas en distintas unidades, sino además, sólo se reportan las brechas de ingresos para quienes trabajan y es conocido que la tasa de participación laboral femenina es significativamente inferior a la masculina. Y lo mismo en materia de pensiones”, aclara Bravo.

    Para tener una visión global de estas diferencias de género en el país, el estudio expresó cada una de las brechas en educación, empleo y jubilación en un sólo índice comparable, llamado ds (desviación estándar). El óptimo es 0 ds. Si el ds es -0,1, es a favor de la mujer, pero si es 0,1 o más, muestra la brecha.

    “Cada brecha, independientemente de la escala en que se mida (en dinero o en puntaje de una prueba) se puede expresar como proporción de la ‘desviación estándar’ de cada indicador, lo que es una medida de la varianza de la distribución observada”, explica Bravo.

    En otras palabras, agrega, este  indicador busca expresar las brechas de género en una medida comparable entre los distintos indicadores a lo largo del ciclo de vida. “Para hacer comparables distintas unidades de medida (dinero, Simce, kilos, etc.) se usa la desviación estándar. Por lo tanto, no importa qué es lo que esté midiendo, con este índice comparable tendré igual porcentaje de la población en cualquier indicador”, dice.

    Así, con esa metodología, el estudio analizó las brechas entre hombres y mujeres desde los cero a 80 años.

Abismante diferencia

    En la primera etapa, entre los cero y cinco años, dice el estudio, la brecha es ligeramente favorable para las mujeres. Después de los nueve años, ya con los resultados del Simce de 4° Básico, aparecen las primeras diferencias. “Acá la medición muestra una pequeña brecha (de 0,04 ds) a favor de los hombres en el área de matemáticas y una mucho más importante (0,22 ds) favorable a las mujeres en lenguaje”, indica Javiera Vásquez, economista del Ceel y otra de las autoras del estudio.

    Desde los 18 años, la diferencia aumenta y no desciende. “En los puntajes PSU, se aprecia que en lenguaje la brecha que en el Simce favorecía a las mujeres desaparece, mientras que la que se produce en matemática favorable a los hombres se incrementa”, explica Vásquez.

    Luego, entre los 25 y los 59 años, las brechas son tanto de quienes trabajan como de los que no trabajan. Para esos efectos, dice Vásquez, todos los que no están trabajando aparecen con un ingreso laboral igual a cero (hay más mujeres que hombres en esta condición) y aquellos que trabajan se reportan con su ingreso laboral.


    “Se puede apreciar que la brecha favorable a los hombres ya presente en los puntajes en los tests de matemáticas, se incrementan hasta un máximo de 0,48 ds para el tramo 45-49 años”, dice.

    En el tramo 60-64 años la brecha es de 0,44 ds. “Acá como las mujeres tienen una edad legal de pensión (60 años) inferior a la de los hombres (65 años), en este tramo la brecha representa la diferencia entre los promedios por sexo de la suma de los ingresos laborales y de pensiones de cada individuo (tal como antes, considerando con ingreso cero a quienes no trabajan o no tienen pensión)”.

    Finalmente, para las edades 65 y hasta 84 años, la brecha corresponde a las diferencias promedio de pensiones de hombres y mujeres, expresadas en la misma unidad. “Se puede ver cómo a partir de la edad de retiro, las brechas se incrementan hasta un máximo de 0,62 ds, lo que triplica la diferencia que se daba a los 18 años”, dice Bravo.

Peso cultural

    Las cifras esconden el peso de los estereotipos de género, explica Bravo. Niños y niñas son igualmente capaces, pero a las niñas se les educa diferente, aclara.

    “¿Cuántos de esos estereotipos les ponen límites a las mujeres? ¿Tratamos de igual modo a las niñas o niños? Eso sería lo que se esperaría que como sociedad nos preguntáramos, porque es más fácil echarle la culpa al empleador en temas de trabajo, en vez de ver cuánto tiene que ver con machismos”, reflexiona Bravo.

    La cultura y en particular la familia, desde temprano crean diferencias que luego se reflejan en esas brechas. “Es algo que parte el día en que nace un bebé y se pregunta si es niño o niña y se lleva un regalo que tiene estereotipo involucrado. Nosotros no nos deberíamos hacer la pregunta de si una muñeca es para niño o niña. Lo mismo que un lego, sería insolente preguntárselo. Porque eso es reproducir el rol social”, dice Bravo.

    Camila Mella, socióloga de la U. de Chile, agrega que “evidentemente no es lo mismo nacer hombre o mujer en Chile”. Hay condiciones estructurales, añade, donde el rol de los procesos de socialización (familia, escuela, barrio, grupo de pares) es central. “Es a través de estos procesos que las casi inexistentes diferencias al nacer (hombres y mujeres tienen las mismas capacidades intelectuales, físicas, etc.) se ‘desnaturalizan’ (hay diferencias entre lo masculino y femenino) para volver a ‘naturalizarse’ (esas diferencias son ‘genéticas’ o existen desde que el mundo es mundo)”, indica.

    Eileen Hughes, socióloga del Ceel, también parte del equipo de investigadores, dice que son estereotipos que se dan desde la infancia. “Todo está diferenciado por sexo, por colores, los niños tienen actividades extraescolares separadas, donde no se verá a un niño en ballet o mujeres en talleres de fútbol”.

    Las diferencias de rendimiento en el colegio, señala Vásquez, tienen explicación en cómo se educa. “Hay evidencia que muestra que en el colegio se genera esa idea de que las mujeres son menos hábiles para matemáticas y luego ellas se enfrentan con miedo y les va peor”.

    Por ello, muchas de las diferencias salariales se relacionan con lo que se estudió. “Un ingeniero gana más que un enfermero, hombres y mujeres nos aglutinamos en distintas áreas. Eso no está bien y debería ser sujeto de discusión pública, eso no tiene que ver con el empleador, tiene que ver con otras cosas”, cierra Bravo.



Fuente: Diario La Tercera



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